DOS NIÑAS ESPERANDO VER LAS ESTRELLAS DEPUES DE LA LLUVIA (Novela Experimental) (2003)
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miércoles, 13 de julio de 2011
NUEVA DIRECCION BLOG DEL ESCRITOR UTRILLO
Consulta y/o visita la actualidad del escritor utrillo en el nuevo blog
http://utrillo-guatebella.blogspot.com
"Guatebella. Construyamos un país para vivir."
sábado, 9 de julio de 2011
REPUDIO A LA VIOLENCIA EN GUATEMALA
Me propuse luchar interiormente contra las acciones que llenan de tragedia a nuestro paìs, y por eso, en muchas ocasiones mantengo el silencio, como muestra de mi repudio a todo lo que hace sufrir a nuestros conciudadanos. Me propuse expresarme activamente en sucesos positivos y propositivos que hace nuestra gente para luchar contra la mierda que cae de los mismos que llenaron de verguenza durante la guerra interna al país. Me siento profundamente avergonzado por tanta muerte de nuestra gente, por que nuestros paisanos sean tratados como carne de ganado por los traficantes de personas en su odisea por ir a EE.UU., y la muerte de Facundo Cabral, es una victima de las que llora nuestra gente. Me propuse no dejarme llevar por los cangrejos que larvan en las instituciones del país. Facundo, Pedro, Juan, Luis, sin importar el nombre de la victima, son jòvenes, niños, mujeres, artistas, obreros, empresarios, pilotos, que nuestra Guatemala necesita para lograr su crecimiento. Es evidente que estos actos de violencia, son parte de algo mas grande, sucesos no eventuales ni casuales que inducen el Terror y la Mordaza entre los ciudadanos del pais. Me propuse cambiar de país, construir una nueva patria, mi nuevo país es Guatebella, y por eso, proximamente cambiaré la dirección de mi blog. Mi mas sentido pésame a Guatemala, a Argentina, y a todos los fans de este trovador del mundo. Hasta siempre Facundo!!!
lunes, 4 de julio de 2011
ESTADIO CON GRAMA SINTETICA
ESTADIO CON GRAMA SINTETICA
Un pueblo
Puede tener gente desempleada
Y sin maiz
Para hacer el dia y el ahora
Pero no puede quedarse
Sin un estadio
Con grama sintetica
Ciegos de vivir
Sumergidos en el subsuelo
Ave que no vuelve a salir
Corre
El espectaculo
Es reirse
Entre los tuertos.
Utrillo, Guatemala Julio 2011
Un pueblo
Puede tener gente desempleada
Y sin maiz
Para hacer el dia y el ahora
Pero no puede quedarse
Sin un estadio
Con grama sintetica
Ciegos de vivir
Sumergidos en el subsuelo
Ave que no vuelve a salir
Corre
El espectaculo
Es reirse
Entre los tuertos.
Utrillo, Guatemala Julio 2011
jueves, 2 de junio de 2011
A PROPOSITO DE LAS ELECCCIONES 2011
PRESENTACIÓN
Tan “celebrado” ha sido el aniversario de la Constitución de la República de Guatemala, así también relanzan la “apoteosis” de las Elecciones de este 2011. En lo personal, tan incipiente democracia, con un crecimiento económico por debajo de países como Nicaragua, Costa Rica. Este país que mis viejos me enseñaron a amar y soportarlo, porque eso hacemos muchos guatemaltecos con representantes públicos tan ineptos y mediocres, reconozco, y no a ciegas, que es una repetición de juegos de traiciones entre los mismos que fomentaron tantos demagógicos procesos electorales en procesos golpistas –según la historia que nos heredaron-, sólo que matizados por rostros dispuestos a exterminar la poca integridad socio-económica que tiene el país. Sin importar quién quede en el Gobierno, desde el año 2003 me nació la inquietud de plasmar mi opinión de las “elecciones” que se realizan en el país, y lo plasmé en el siguiente guión de cortometraje, que curiosamente, cada ocasión en la que se realiza este supuesto “proceso democrático” siempre me viene a la mente. 26 años de democracia y la deuda multimillonaria de nuestro país nos somete a la limosna internacional, la miseria sociopolítica y la aniquilación al buen estilo darwiniano. Por todo esto, recuerdo con su propio mérito a Arévalo Martínez, tan acertado con su Ecce Pericles y sus tantas obras simbólicas de lo que no hace sino demostrar, que nuestro país no ha hecho otra cosa que vestirse de cadenas, tanto en su tiempo, hace más de 90 años, como ahora.
Guatemala 2011.
“UN DÍA SIN IMPORTANCIA”
[Cortometraje]
Por
Mauricio Estanislao López Castellanos
A Jacqueline
(por que al leer el título de este guión
pensó todo lo contrario
y no lo terminó de leer)
Sinopsis de tiros de cámaras.
CUADRO 1: Plano General. Urna de Votación.
CUADRO 2: Plano General. Toma Americana. Cuatro delegados en la mesa electoral.
CUADRO 3: Cada uno de los personajes es paneado y en cada encuadre de los protagonistas, hay un flash motion back hacia algunos aspectos de su vida.
CUADRO 4: Experiencias, Sabotaje, Extorsión, y Fraude.
CUADRO 5: El silencio total de los presentes, agregar carga de ironía en algunos. Conversaciones de los personajes con otros seres cercanos a su actividad diaria.
CUADRO 6: Plano Detalle a Toma Americana con zoom a Toma Abierta. Las urnas y el centro de votación completamente vacío.
CUADRO 1
Ext. Toma Crane con paneo lento sobre un edificio de Escuela Pública, en la toma se encuadra el rótulo de la Escuela que dice “Escuela Rural Urbana Mixta Normandía No.2004”.
Del paneo se hace una transición acelerada hacia uno de los pasillos, y se avanza con un Travelling frontal, mientras varias personas cruzan el cuadro de la cámara, cruzando el pasillo y observando hacia todos lados intentado adivinar el lugar donde les toca votar.
Corte a
Encuadre Rostro de Jobías, persona de mediana edad, con el cabello corto, mirada aguileña, nariz respingada (todo el clásico cliché de la descripción fisiológica)
Jobías:
Todos andan como locos
Y este circo ni siquiera
Abre sus puertas...
Corte a
Encuadre de Miguelito. Un hombre casi de cincuenta años de edad, de estatura baja (otro cliché de los que hay).
Miguelito:
¿Y los otros fiscales?
Corte a
Jobías aparece de frente y Miguelito apenas si se le nota el cuadro por la moyera.
Jobías:
Por ahí deben venir todos apresurados.
Corte a
Contracampo.
Miguelito:
Todos se despiertan tarde para esto
Pero ¿por qué para otras cosas no?
Cuando les conviene son huevones...
Corte a
Emplazamiento anterior.
Jobías:
No te encendás todavía, guardá las
Energías para la noche, si sólo imagínate
Todo lo que falta para que termine...
Corte a
Emplazamiento de Contracampo.
Miguelito:
A mí a las dos de la mañana ya me tenían
Con los ojos bien abiertotes puro búho.
Corte a
Vuelta al emplazamiento anterior.
Jobías:
Pero vos, porque vivís casi hasta Sanarate.
¿Cuántas horas son de camino?
Corte a
Vuelta al emplazamiento de Contracampo.
Miguelito:
Hoy el cuate se hizo casi las dos y media.
Corte a
Emplazamiento anterior.
Jobías:
Ya viste...
Cómo para que no te levantaran tan temprano.
Corte a
Vuelta al emplazamiento de Contracampo.
Miguelito:
No creas, si el cuate se pasó casi una hora
Esperando a que apareciera la presunta
Tencha, de allá del Rincón del Árbol,
Que dis que le trajera a la ciudad unos
Menjurjes para sus hijitas que están
Tan distanciadas y ella tan ocupada que
Ya ni se miran las caras.
Por eso fue que se tardó. Si de ganancia
Se iba a traer una patada de un caballo
Pero tan negro que ni se dio cuenta
Que lo tenía en la espalda, el caballo
Bien dormido, y aquel igual que yo,
Todavía quitándose el sueño, cuando
Sintió que la cola lo sobó por la espalda
Se hizo un quite porque el animal
Estiro la pata instintivo y por poco y lo levanta
Un par de metros.
Corte a
Emplazamiento Anterior.
Jobías:
¿Por eso se tardó tanto?
Corte a
Vuelta al emplazamiento de contracampo.
Miguelito:
Bueno, es que, en realidad se tardó
Como quince minutos
en el Rincón del Árbol,
Pero como pasamos dejando el encargo
Con las hijas de la Tencha,
aquel se desquitó
Con la Jimena lo del “viajecito” y ahí fue
Donde nos retrasamos los otros
Cuarenta y cinco minutos.
Corte a
Emplazamiento Anterior.
Jobías:
Vos me querías ver de tu pendejo.
Corte a
Vuelta al emplazamiento de Contracampo.
Miguelito:
(Irónico y reflexivo)
Pues, así, honestamente, yo de verte
Cara de pendejo, te la miro siempre,
Pero que vos, algún día te des cuenta
Eso ya es otra realidad que no sueño.
No lo vayas a tomar en serio...
Corte a
Emplazamiento anterior.
Jobías:
Siempre pésimo para contar chistes
Miguelito, nunca te dediques a la “payasería”
(Pausa)
Mirá, faltan veinte minutos, y siguen sin
Venir, qué informalidad de mundo...
Corte a
Vuelta al emplazamiento de Contracampo.
Miguelito:
Preferible el Mundo y no Dios.
CUADRO 2
Ext. Escuela Urbana Rural Mixta Normandía No. 2004. Plano General el mismo día, una hora después.
En el cuadro de la cámara se hace una rotación semi panorámica de los elementos dentro de las instalaciones de la escuela, es el día de las Elecciones Generales para Elegir Presidente y Vicepresidente de la República de Guatemala.
Lo de costumbre, gente buscando la mesa donde le toca votar, prensa, observadores, et al.
Corte a
Toma americana. Un pasillo de la misma escuela. En el cuadro aparecen justo los cuatro integrantes de una de las mesas de votaciones, están sentados en sus respectivos lugares, los implementos de costumbre para estos menesteres. Hay bastante inmovilidad dentro de los miembros de esta mesa porque no hay ningún votante.
Corte a
Encuadre Jobías. Y encuadres rotativos por diálogo.
Jobías:
Con nada están contentos...
Miguelito:
Si, yo me madrugo por gusto
Sólo para un buen disgusto.
Ana:
No me digas nada, vos siempre con el mismo estribillo.
Jobías:
Ya se van a poner a alegar, ustedes si no descansan.
Bysnes:
Pues, si no hay... mejor.
Más descanso.
Miguelito:
Todo por lo que pasó ese “Día Negro”
CUADRO 3
Se realiza un encuadre sobre cada uno de los miembros de la mesa, esto mientras a cada uno le toca su diálogo, en cada encuadre individual hacemos un flash motion back biográfico.
Jobías: Hombre de edad media, trabajador de empresa privada, aspirante a una secretaría en la alcaldía, por lo menos una nada despreciable como para no seguirse matando con horas extras que nunca le pagan. Tiene familia, una esposa, dos hijos, varios deportes: entre ellos la tele, los naipes, el fútbol, y los tarros de cerveza. Vive del centro de la ciudad para afuera y tenía deseos de estudiar en la universidad pero por razones de origen “reproductivo” no lo logró.
Miguelito: Hombre de casi cincuenta años, algo bajo de estatura, ya tiene familia, y está a punto de ser abuelito, lo que lo tiene en realidad muy preocupado. Su mujer siempre lo anda mandando de un lado a otro cuando está en la casa, y en el trabajo allá por la carretera camino a Sanarate, no deja de mirarse en un puesto del gobierno para tener derecho a una jubilación. No tiene deportes. Tampoco le funciona aquello, por que está operado.
Ana: Chava de dieciocho años, fresa, su tío la metió de fiscal de mesa electoral, pero ella sólo sueña con perder el tiempo mientras le sea posible. No le gusta que la detengan los de tránsito porque se le olvida cruzar las calles solamente en verde y no en rojo. Tiene varios hobbies: entre ellos, la mariguana y el crack, también va a la iglesia, lee a Foucault y a veces asegura de que podría comerse a su hermano vivo si llega un día que esté sacada de quicio.
Bysnes: Hombre de treinta y cinco años de edad. No tiene interés en nada, sólo descansar el mayor tiempo posible, y ganar mucho dinero si se lo dan. Mujer, si tiene, por algún lugar del mundo anda ella, huyendo de él. Hijos, también, huyendo igualmente. Vive de la camaradería que permiten épocas como éstas cuando hasta las piedras sirven para la propaganda de los candidatos. Por eso no hay que perder la chansecita.
CUADRO 4
Ext. Lugar Lejano en el interior de la Republica. Toma de diferentes ángulos.
Toma 1
Encuadre de rótulo de escuela colgando sólo de un lado, mostrando los resultados iniciales de un acto de violencia.
Toma 2
Travelling de avance dentro de uno de los salones que ese usaron como mesas receptoras de votos, donde algunos hombres recogen algunas de las boletas electorales y tratan de verificar el desconcierto del lugar, e intentando mostrar con gestos las confusiones del caso sobre lo sucedido.
Toma 3
Encuadre sobre una de las mesas electorales, enfatizar el encuadre con un zoom hacia la hendidura donde se debían de colocar las boletas...
Toma 4
Crane haciendo una panorámica general de todo el lugar.
Toma 5
Plano abierto de unos cuantos policías acercándose al lugar, para examinar el sabotaje.
Toma 6
Toma estática, centro de calle, al fondo de ésta se mira como una turba de gente camina con algunas antorchas improvisadas y caminan en dirección contraria a la cámara, y cruzan en una de las últimas calles que se alcanzan a ver y luego se escuchan sonidos de vidrios reventados y otros destrozos.
Toma 7
Plano abierto. Dos personas. Un hombre y una mujer.
Hombre:
Va a votar por nosotros...Si no lo hace,
usted ya no trabaja, y sus hijos ya no comen.
CUADRO 5
Ext. Escuela Urbana Rural Mixta Normandía No.2004. El mismo día unas cuantas horas después.
Jobías:
Qué silencio Miguelito.
Miguelito:
Ni los muertos del pueblo se están callados...
Jobías:
Yo miro que las otras mesas si tienen gente
¿Por qué será vos?
Miguelito:
Saber vos...
Ana:
Ustedes no le preguntaron a mi tío
Si nos podíamos ir a mediodía
Si no venía la gente...
Miguelito:
(risas en off de Jobías)
Mirá, vos te podés ir y si querés regresás
Al rato, porque total,
ni observadores hay por acá,
Y después te contamos.
Ana:
¿En serio?
Miguelito:
En serio Ana, y regresas a las cinco, por cualquier cosa.
Ana:
¡Qué bien!
Miguelito:
Vos jobías, vos deberías de pedir unos minutos… pero para suicidarte mano, estás con una cara...
CUADRO 6
Plano detalle de los tres miembros de la mesa electoral.
Son las seis en punto de la tarde. Están cerrando la mesa.
Corte a
Detalle de la bolsa de votos emitidos totalmente vacía.
Corte a
Detalle de seguimiento de imágenes cuando Miguelito y Bysnes se encargan de quitar la bolsa de una forma minuciosa, casi quirúrgica, y luego sellarla.
Corte a
Toma americana de los cuatro miembros.
Jobías:
¿Qué pongo en el acta?
Miguelito:
Poné lo que sea...
Bysnes:
Mejor no pongas nada. Más fácil.
Ana:
La verdad, como si no existiéramos.
Déjala en blanco.
Jobías:
Se me ocurre algo...
Miguelito:
No jodas jobías
Porque vos lo haces todos los días.
Jobías toma las papeletas y con su encendedor comienza a quemarlas todas, patea su silla y trata de destrozar cuanto puede de lo que tiene enfrente, Ana se le une a emprendedora tarea, y Bysnes mejor se aleja un poco mientras observa tranquilo. Miguelito mejor va al baño mientras los otros terminan.
Guatemala, 2004.
Tan “celebrado” ha sido el aniversario de la Constitución de la República de Guatemala, así también relanzan la “apoteosis” de las Elecciones de este 2011. En lo personal, tan incipiente democracia, con un crecimiento económico por debajo de países como Nicaragua, Costa Rica. Este país que mis viejos me enseñaron a amar y soportarlo, porque eso hacemos muchos guatemaltecos con representantes públicos tan ineptos y mediocres, reconozco, y no a ciegas, que es una repetición de juegos de traiciones entre los mismos que fomentaron tantos demagógicos procesos electorales en procesos golpistas –según la historia que nos heredaron-, sólo que matizados por rostros dispuestos a exterminar la poca integridad socio-económica que tiene el país. Sin importar quién quede en el Gobierno, desde el año 2003 me nació la inquietud de plasmar mi opinión de las “elecciones” que se realizan en el país, y lo plasmé en el siguiente guión de cortometraje, que curiosamente, cada ocasión en la que se realiza este supuesto “proceso democrático” siempre me viene a la mente. 26 años de democracia y la deuda multimillonaria de nuestro país nos somete a la limosna internacional, la miseria sociopolítica y la aniquilación al buen estilo darwiniano. Por todo esto, recuerdo con su propio mérito a Arévalo Martínez, tan acertado con su Ecce Pericles y sus tantas obras simbólicas de lo que no hace sino demostrar, que nuestro país no ha hecho otra cosa que vestirse de cadenas, tanto en su tiempo, hace más de 90 años, como ahora.
Guatemala 2011.
“UN DÍA SIN IMPORTANCIA”
[Cortometraje]
Por
Mauricio Estanislao López Castellanos
A Jacqueline
(por que al leer el título de este guión
pensó todo lo contrario
y no lo terminó de leer)
Sinopsis de tiros de cámaras.
CUADRO 1: Plano General. Urna de Votación.
CUADRO 2: Plano General. Toma Americana. Cuatro delegados en la mesa electoral.
CUADRO 3: Cada uno de los personajes es paneado y en cada encuadre de los protagonistas, hay un flash motion back hacia algunos aspectos de su vida.
CUADRO 4: Experiencias, Sabotaje, Extorsión, y Fraude.
CUADRO 5: El silencio total de los presentes, agregar carga de ironía en algunos. Conversaciones de los personajes con otros seres cercanos a su actividad diaria.
CUADRO 6: Plano Detalle a Toma Americana con zoom a Toma Abierta. Las urnas y el centro de votación completamente vacío.
CUADRO 1
Ext. Toma Crane con paneo lento sobre un edificio de Escuela Pública, en la toma se encuadra el rótulo de la Escuela que dice “Escuela Rural Urbana Mixta Normandía No.2004”.
Del paneo se hace una transición acelerada hacia uno de los pasillos, y se avanza con un Travelling frontal, mientras varias personas cruzan el cuadro de la cámara, cruzando el pasillo y observando hacia todos lados intentado adivinar el lugar donde les toca votar.
Corte a
Encuadre Rostro de Jobías, persona de mediana edad, con el cabello corto, mirada aguileña, nariz respingada (todo el clásico cliché de la descripción fisiológica)
Jobías:
Todos andan como locos
Y este circo ni siquiera
Abre sus puertas...
Corte a
Encuadre de Miguelito. Un hombre casi de cincuenta años de edad, de estatura baja (otro cliché de los que hay).
Miguelito:
¿Y los otros fiscales?
Corte a
Jobías aparece de frente y Miguelito apenas si se le nota el cuadro por la moyera.
Jobías:
Por ahí deben venir todos apresurados.
Corte a
Contracampo.
Miguelito:
Todos se despiertan tarde para esto
Pero ¿por qué para otras cosas no?
Cuando les conviene son huevones...
Corte a
Emplazamiento anterior.
Jobías:
No te encendás todavía, guardá las
Energías para la noche, si sólo imagínate
Todo lo que falta para que termine...
Corte a
Emplazamiento de Contracampo.
Miguelito:
A mí a las dos de la mañana ya me tenían
Con los ojos bien abiertotes puro búho.
Corte a
Vuelta al emplazamiento anterior.
Jobías:
Pero vos, porque vivís casi hasta Sanarate.
¿Cuántas horas son de camino?
Corte a
Vuelta al emplazamiento de Contracampo.
Miguelito:
Hoy el cuate se hizo casi las dos y media.
Corte a
Emplazamiento anterior.
Jobías:
Ya viste...
Cómo para que no te levantaran tan temprano.
Corte a
Vuelta al emplazamiento de Contracampo.
Miguelito:
No creas, si el cuate se pasó casi una hora
Esperando a que apareciera la presunta
Tencha, de allá del Rincón del Árbol,
Que dis que le trajera a la ciudad unos
Menjurjes para sus hijitas que están
Tan distanciadas y ella tan ocupada que
Ya ni se miran las caras.
Por eso fue que se tardó. Si de ganancia
Se iba a traer una patada de un caballo
Pero tan negro que ni se dio cuenta
Que lo tenía en la espalda, el caballo
Bien dormido, y aquel igual que yo,
Todavía quitándose el sueño, cuando
Sintió que la cola lo sobó por la espalda
Se hizo un quite porque el animal
Estiro la pata instintivo y por poco y lo levanta
Un par de metros.
Corte a
Emplazamiento Anterior.
Jobías:
¿Por eso se tardó tanto?
Corte a
Vuelta al emplazamiento de contracampo.
Miguelito:
Bueno, es que, en realidad se tardó
Como quince minutos
en el Rincón del Árbol,
Pero como pasamos dejando el encargo
Con las hijas de la Tencha,
aquel se desquitó
Con la Jimena lo del “viajecito” y ahí fue
Donde nos retrasamos los otros
Cuarenta y cinco minutos.
Corte a
Emplazamiento Anterior.
Jobías:
Vos me querías ver de tu pendejo.
Corte a
Vuelta al emplazamiento de Contracampo.
Miguelito:
(Irónico y reflexivo)
Pues, así, honestamente, yo de verte
Cara de pendejo, te la miro siempre,
Pero que vos, algún día te des cuenta
Eso ya es otra realidad que no sueño.
No lo vayas a tomar en serio...
Corte a
Emplazamiento anterior.
Jobías:
Siempre pésimo para contar chistes
Miguelito, nunca te dediques a la “payasería”
(Pausa)
Mirá, faltan veinte minutos, y siguen sin
Venir, qué informalidad de mundo...
Corte a
Vuelta al emplazamiento de Contracampo.
Miguelito:
Preferible el Mundo y no Dios.
CUADRO 2
Ext. Escuela Urbana Rural Mixta Normandía No. 2004. Plano General el mismo día, una hora después.
En el cuadro de la cámara se hace una rotación semi panorámica de los elementos dentro de las instalaciones de la escuela, es el día de las Elecciones Generales para Elegir Presidente y Vicepresidente de la República de Guatemala.
Lo de costumbre, gente buscando la mesa donde le toca votar, prensa, observadores, et al.
Corte a
Toma americana. Un pasillo de la misma escuela. En el cuadro aparecen justo los cuatro integrantes de una de las mesas de votaciones, están sentados en sus respectivos lugares, los implementos de costumbre para estos menesteres. Hay bastante inmovilidad dentro de los miembros de esta mesa porque no hay ningún votante.
Corte a
Encuadre Jobías. Y encuadres rotativos por diálogo.
Jobías:
Con nada están contentos...
Miguelito:
Si, yo me madrugo por gusto
Sólo para un buen disgusto.
Ana:
No me digas nada, vos siempre con el mismo estribillo.
Jobías:
Ya se van a poner a alegar, ustedes si no descansan.
Bysnes:
Pues, si no hay... mejor.
Más descanso.
Miguelito:
Todo por lo que pasó ese “Día Negro”
CUADRO 3
Se realiza un encuadre sobre cada uno de los miembros de la mesa, esto mientras a cada uno le toca su diálogo, en cada encuadre individual hacemos un flash motion back biográfico.
Jobías: Hombre de edad media, trabajador de empresa privada, aspirante a una secretaría en la alcaldía, por lo menos una nada despreciable como para no seguirse matando con horas extras que nunca le pagan. Tiene familia, una esposa, dos hijos, varios deportes: entre ellos la tele, los naipes, el fútbol, y los tarros de cerveza. Vive del centro de la ciudad para afuera y tenía deseos de estudiar en la universidad pero por razones de origen “reproductivo” no lo logró.
Miguelito: Hombre de casi cincuenta años, algo bajo de estatura, ya tiene familia, y está a punto de ser abuelito, lo que lo tiene en realidad muy preocupado. Su mujer siempre lo anda mandando de un lado a otro cuando está en la casa, y en el trabajo allá por la carretera camino a Sanarate, no deja de mirarse en un puesto del gobierno para tener derecho a una jubilación. No tiene deportes. Tampoco le funciona aquello, por que está operado.
Ana: Chava de dieciocho años, fresa, su tío la metió de fiscal de mesa electoral, pero ella sólo sueña con perder el tiempo mientras le sea posible. No le gusta que la detengan los de tránsito porque se le olvida cruzar las calles solamente en verde y no en rojo. Tiene varios hobbies: entre ellos, la mariguana y el crack, también va a la iglesia, lee a Foucault y a veces asegura de que podría comerse a su hermano vivo si llega un día que esté sacada de quicio.
Bysnes: Hombre de treinta y cinco años de edad. No tiene interés en nada, sólo descansar el mayor tiempo posible, y ganar mucho dinero si se lo dan. Mujer, si tiene, por algún lugar del mundo anda ella, huyendo de él. Hijos, también, huyendo igualmente. Vive de la camaradería que permiten épocas como éstas cuando hasta las piedras sirven para la propaganda de los candidatos. Por eso no hay que perder la chansecita.
CUADRO 4
Ext. Lugar Lejano en el interior de la Republica. Toma de diferentes ángulos.
Toma 1
Encuadre de rótulo de escuela colgando sólo de un lado, mostrando los resultados iniciales de un acto de violencia.
Toma 2
Travelling de avance dentro de uno de los salones que ese usaron como mesas receptoras de votos, donde algunos hombres recogen algunas de las boletas electorales y tratan de verificar el desconcierto del lugar, e intentando mostrar con gestos las confusiones del caso sobre lo sucedido.
Toma 3
Encuadre sobre una de las mesas electorales, enfatizar el encuadre con un zoom hacia la hendidura donde se debían de colocar las boletas...
Toma 4
Crane haciendo una panorámica general de todo el lugar.
Toma 5
Plano abierto de unos cuantos policías acercándose al lugar, para examinar el sabotaje.
Toma 6
Toma estática, centro de calle, al fondo de ésta se mira como una turba de gente camina con algunas antorchas improvisadas y caminan en dirección contraria a la cámara, y cruzan en una de las últimas calles que se alcanzan a ver y luego se escuchan sonidos de vidrios reventados y otros destrozos.
Toma 7
Plano abierto. Dos personas. Un hombre y una mujer.
Hombre:
Va a votar por nosotros...Si no lo hace,
usted ya no trabaja, y sus hijos ya no comen.
CUADRO 5
Ext. Escuela Urbana Rural Mixta Normandía No.2004. El mismo día unas cuantas horas después.
Jobías:
Qué silencio Miguelito.
Miguelito:
Ni los muertos del pueblo se están callados...
Jobías:
Yo miro que las otras mesas si tienen gente
¿Por qué será vos?
Miguelito:
Saber vos...
Ana:
Ustedes no le preguntaron a mi tío
Si nos podíamos ir a mediodía
Si no venía la gente...
Miguelito:
(risas en off de Jobías)
Mirá, vos te podés ir y si querés regresás
Al rato, porque total,
ni observadores hay por acá,
Y después te contamos.
Ana:
¿En serio?
Miguelito:
En serio Ana, y regresas a las cinco, por cualquier cosa.
Ana:
¡Qué bien!
Miguelito:
Vos jobías, vos deberías de pedir unos minutos… pero para suicidarte mano, estás con una cara...
CUADRO 6
Plano detalle de los tres miembros de la mesa electoral.
Son las seis en punto de la tarde. Están cerrando la mesa.
Corte a
Detalle de la bolsa de votos emitidos totalmente vacía.
Corte a
Detalle de seguimiento de imágenes cuando Miguelito y Bysnes se encargan de quitar la bolsa de una forma minuciosa, casi quirúrgica, y luego sellarla.
Corte a
Toma americana de los cuatro miembros.
Jobías:
¿Qué pongo en el acta?
Miguelito:
Poné lo que sea...
Bysnes:
Mejor no pongas nada. Más fácil.
Ana:
La verdad, como si no existiéramos.
Déjala en blanco.
Jobías:
Se me ocurre algo...
Miguelito:
No jodas jobías
Porque vos lo haces todos los días.
Jobías toma las papeletas y con su encendedor comienza a quemarlas todas, patea su silla y trata de destrozar cuanto puede de lo que tiene enfrente, Ana se le une a emprendedora tarea, y Bysnes mejor se aleja un poco mientras observa tranquilo. Miguelito mejor va al baño mientras los otros terminan.
Guatemala, 2004.
martes, 24 de mayo de 2011
TU BESO ANTES DEL DESAYUNO
TU BESO ANTES DEL DESAYUNO
Creo que te resulta complicado
Decir lo que ves
La flor sin aroma
Es mi aliento de día
Construí un techo sin ideas
Mira al cielo como el cadáver
Donde duerme el sueño
Su latido despiadado
Corre como un desquiciado
Por las calles de esta ciudad
Nadie acierta
Y vibro en el nivel de mi desvelo
Busco el fuego
De la nodriza de otro tiempo
Tu mi incertidumbre de cigarrillo
Creo que la próxima figura
De mis labios
Fue tu beso antes del desayuno
Adivino de quiniela
Petro-esclavo millonésimo uno
No me leas la mirada
Zapping con tus sombras.
Guatemala, 21 mayo 2011.
Creo que te resulta complicado
Decir lo que ves
La flor sin aroma
Es mi aliento de día
Construí un techo sin ideas
Mira al cielo como el cadáver
Donde duerme el sueño
Su latido despiadado
Corre como un desquiciado
Por las calles de esta ciudad
Nadie acierta
Y vibro en el nivel de mi desvelo
Busco el fuego
De la nodriza de otro tiempo
Tu mi incertidumbre de cigarrillo
Creo que la próxima figura
De mis labios
Fue tu beso antes del desayuno
Adivino de quiniela
Petro-esclavo millonésimo uno
No me leas la mirada
Zapping con tus sombras.
Guatemala, 21 mayo 2011.
sábado, 14 de mayo de 2011
EL INSOMNIO PERRO
EL INSOMNIO PERRO
(1999-2002)
Casi dormir, casi cerrar los párpados hasta que todo sea indefinido y oscuro y no recuerde, casi olvidar lo que sucede por mis sentidos y me provoca no tener recuerdos. ¿Ahora realmente qué puedo esperar? ¿Cómo iba yo a saberlo, díganme ustedes, cómo podría saberlo? ¡Yo no soy adivino maldita sea!
Casi después de todo el tiempo esto es lo que pasa. Te dicen que ya no te desean verte la cara por la casa, que mejor te busques otro lugar. Y bueno, qué podés hacer… no queda otra solución que encontrar ese lugar. Cómo, dónde, a cambio de qué, son preguntas que al final no importan para los demás. Sentí que me quitó el suelo que pisaba, sentí que tenía los zapatos sobre el vacío cuando me dijo que ya no podía quedarme más en la casa. ¿Quedarme? ¡Gran cosa! Si ya ni era mi casa, ya en realidad dejó de serla desde hace mucho tiempo, y me refiero a demasiado.
¿Y dónde podría quedarme ahora? Los amigos… ellos me habían dicho que no podían.
Por la familia, nos echarían a los dos, vos sabés de esto manito.
En la mía, sería sólo por un día, es decir por una noche, y eso a vos no te alcanza. ¿no es así? Después ¿qué harías? Otro día en otra casa y así indefinidamente. Lo que tenés que encontrar es un lugar seguro, un hotel, o un cuarto para alquilar, y yo no te lo puedo ofrecer, aunque intentara hacerlo.
No sé si eso que me respondieron los haga mejores amigos o no. Tal vez no. Pero de todas formas el asunto del lugar seguía siendo una prioridad. Cuando ella me dijo por la mañana “espero sinceramente que no te molestes en regresar, porque esta ya no es tu casa, si buscás desde temprano tal vez encontré dónde guardarte por las noches, aquí ya no hay espacio para vos”.
Todas las cosas podría llevármelas después, eso no me preocupaba. Y aún así, sabiendo que necesitaba espacio, fui a estudiar, la universidad me absorbería sin darme cuenta y las preocupaciones que llevaba desaparecerían sin mucho esfuerzo si pretendía como mis otros amigos de que todos los desastres personales los dejaba en la entrada de la universidad.
Esta primera noche en la calle no fue difícil pasarla en la casa de algún amigo. Sólo necesité acompañarlo y emborracharme junto a él, Hasta que llegando el momento de las despedidas, le comentara de la imposibilidad de llegar a mi casa porque [ya no tengo dinero, y sólo sería por esta noche], y así nadie se complicaba más en explicaciones o en esa lástima inútil que odiaba recibir de mis propios amigos porque me parecía una ofensa y una falta de respeto.
No hay mucha diferencia entre dormir una noche en un lugar o en otro, cuando le perdés sentido a lo que significa el hogar, o la casa, como muchos acostumbran llamarla, sinceramente no existe diferencia si es en cualquier sitio. Lo primordial es que los ojos se cierren y todo se desvanezca de los sentidos para no tener ninguna forma cómo recordar o recibir algo de memoria. Pero el insomnio es lo más perro que te puede llegar en esos momentos, por dentro te comen las ganas de levantarte y perderte, confundir el cuerpo por las calles hasta que el alba y el cansancio te golpee en la sien para besar el aire gélido del amanecer, y respirar la posibilidad de que la siguiente noche no termine igual, pero el tiempo sigue, sigue y permanece el insomnio. Y escuchás que nadie habla, que todos callan preguntándose qué diablos hacés vos en ese lugar. Así se hacen los días y no le encontrás solución a todo el asunto, pensás que regresar significaría algo importante para los que te echaron, pero quién lo sabe con certeza. Y para volver te faltan muchas cosas, y entre ellas necesitas perder el poco sentido de dignidad que te queda en el alma, o en las entrañas, como se llama.
Pero también se acaban los favores y es preferible ahorrarse las explicaciones de que has buscado dónde quedarte de forma fija, pero que aún no has encontrado dónde, y el tiempo, otra vez, largo e indefinible se te estira como la tripa de un coche y a pesar de que sólo han pasado dos días, no te alcanzan los sentidos para hallar el límite de esta continúa revisión de las horas sobre tus labios y sabe como a agua estancada e inmóvil que ya ni siquiera te permite hablar con tranquilidad, para pretender que los desastres siempre se quedan afuera de todo lo que es la convivencia pública. Y mientras me doy cuenta de que faltan tres horas para que la noche separe los intereses de cada uno de mis amigos, no sé dónde está ese lugar que fue hecho para mí, si es que existe en el mundo algo parecido lo que busco. Y les digo a mis amigos que por fin hoy ya he resuelto el problema por el que les había causado tantas molestias en sus casas, aunque sea una mentira. Con las triviales excusas que la amistad necesita para seguir siendo lo que es, comprendo qué soluciones podrían ser funcionales para este momento. Ninguna de ellas me parece muy buena, pero con intentarlas sólo puedo perder lo que me queda, que es muy poco. Tomé dos cigarrillos cuando la cajetilla pasó por mis manos en la habitual repartición del tabaco entre mis amigos, uno para ahora, en estos precisos instantes y otro para después, por si las cosas no salen como me imaginaba por lo menos estaría preparado de alguna manera. Mis amigos sintieron más alivio que otra cosa, cuando se enteraron de lo que recién inventaba, porque aún si ellos no me lo decían, otro día en sus casas era algo que sobrepasaba el límite que ellos mismos llegaban a tener. Era suficiente que miraran con ojos esquivos para entenderlo sin preguntas. Eso era así ahora.
Me senté en uno de los espacios jardinizados que tenía el Campus Universitario, y esperé. Todos mis amigos iban por sus caminos, aglomerándose con otros estudiantes como ellos, indescifrables si iban en grandes números o cuando estaban solos, nadie deja de ser como una piedra, es decir, que no se sabe qué tiene dentro hasta que se rompe por alguna razón. Después de una hora tendría la soledad suficiente para buscar un lugar idóneo para quedarme, sin que nadie me viera y con el riesgo de que la seguridad interna de la universidad llegara a encontrarme.
Me habían contado de un edificio que no tenía servicio de vigilancia, por sus escasas instalaciones y porque estaba rodeado por otros edificios casi del triple de tamaño que éste y que de alguna manera, no se habían tenido nunca noticias de que en este pequeño edificio pasaran problemas.
Ese edificio era mi objetivo desde el momento que me recordé de aquellos comentarios. La iluminación de los alrededores era demasiado escasa como para que alguien pudiera verme. Cuando ya había pasado la hora de esperar casi escondido entre las sombras de los árboles de esa área del Campus Universitario, caminé atento a cualquier movimiento que me alertara de alguna presencia. Mis sentidos se agudizaron al máximo como nunca antes se hicieron más sensibles: a un cambio de luz, a una sombra moviéndose entre la oscuridad. Crucé el corredor del parqueo y vi una tenue iluminación en las puertas donde debía pasar con rapidez y agilidad para lograrlo. La puerta metálica, hecha con angulares de hierro, sólo tenía sobrepuesto el candado en la cadena. No necesité quitar el candado para mover la puerta, la empujé con fuerza y lentamente, lo exacto para que mi cuerpo pasara de costado por ella, y después la regresé a su posición original. El pasillo del edificio seguía con luz eléctrica, los tres estrechos niveles del edificio. Todos los salones estaban cerrados con llave, el único lugar que por costumbre permanecía abierto, era el baño. Tal vez para logar que el hedor concentrado de los residuos de los estudiantes pudieran ventilarse durante la noche, por lo tanto, sólo ahí podría quedarme a dormir. Antes ya había soportado situaciones más complicadas, pensé. El insomnio regresó como las dos noches pasadas sin dejarme pegar ojo por más de una hora seguida. Pero lo que realmente necesitaba tener era espacio, un lugar, donde sabía que nadie podría interrumpir este intento por perder un poco de esa preocupación que sin darme cuenta comenzaba a extenderse más de lo que había llegado a imaginar. Como a las tres y media fumé el cigarrillo que había guardado. Realmente resultó una solución temporal que alejó ese cansado cabeceo en el que me había encerrado en una inercia casi inconsciente. El tiempo que faltaba para la mañana se esfumó en un parpadeo. El trabajo me esperaba y seguía con la misma ropa, con la misma expresión de incredulidad que me dominaba. Antes de que dieran las seis de la mañana salí del edificio. Por lo menos que quedaban más de doce horas para buscar otro lugar, sino es que no me quedara otra solución que tomar el tiempo.
A todos les pareció gracioso verme con la misma ropa por tres días. Lo supe desde que les vi esa risa mordida en los labios al saludarme en la mañana, así es el trabajo de vez en cuando, si no fuera así, no sé quizá todos seríamos otra cosa. Yo pretendí ser indiferente a todo, dejé mis asuntos en esos breves momentos cuando mis pupilas encontraron un abismo de ausencia. Sentí que estas horas de trabajo pasaban mucho más despacio que las horas vividas la noche anterior en aquel baño. No comí durante la hora de almuerzo, me perdí por las calles del centro viendo tonterías y caminando sin rumbo fijo, lo que hacía era gastar el tiempo de comer, borrarlo de mi estómago para no sentir hambre. Cuando regresé al trabajo había un grupo de compañeros platicando, que al verme inmediatamente se dispersaron como si les hubieran echado insecticida para asustarlos. Y estas horas de la tarde se hicieron menos cortas. Y yo me sentí menos real, por el hambre, por la cercanía nuevamente de esa incertidumbre. Dentro de mi hice ojitos de cangrejo para soportar lo que aún faltaba del día. Después regresé a la universidad como si en esa rutina perdiera relación conmigo mismo y con los demás y todo se reluciera a una insignificante renovación de la indiferencia. Hoy es viernes y las cosas cambian de dimensión los viernes, o por lo menos así lo intentan los estudiantes más liberados. Cuando encontré de nuevo a mis amigos, noté la misma expresión de inseguridad en sus rostros al verme igual que ayer. Entonces se dieron cuenta de que todo el asunto supuestamente resuelto había sido sólo una invención, al menos ingeniosa, para no molestarlos más.
Después del último curso, salimos en grupo. Todos mis amigos pretendieron tener una solución para esta mi desgracia. Pero se me subió un poco el orgullo, por mil razones que no tienen valor. Y en ese estado de supremacía aparente rechacé las ofertas que me hacían para esta noche. Todo se acaba tarde o temprano, y si se acaba…
Me interrumpió mi cuñada justamente cuando me disponía a darles un pequeño sermón acerca de lo que para mí era la molestia que es estaban tomando en un asunto que no era responsabilidad de ellos. Mi cuñada habló con rapidez y seguridad. Su hermana, mi esposa, quería que regresara, que el asunto podríamos hablarlo en la casa, sólo tenía que regresar para que esto fuera posible. Lo que hice fue lo único que me quedaba por hacer…
Óigame usted muy bien… cómo espera usted que tenga noción de quién va a o viene, si son demasiadas personas las que suben desde la universidad. Yo me los llevo como puedo, porque tampoco los puedo dejar tirados, porque aunque ninguno me crea, yo tampoco soy un animal como piensan muchos. Si ellos se suben yo los llevo, para eso estoy en esto, media vez paguen el pasaje, hago todo lo que puedo porque lleguen rápido y lo más tranquilos que se pueda, aunque usted mismo sabe, la competencia, la necesidad de estar lo antes posible porque tiene que tomar otros buses para llegar a sus casas. Pienso que esto es una equivocación y que usted pierde el punto de vista real del asunto al pensar que yo sería capaz de hacer algo así intencionalmente. Personalmente no tengo nada contra ellos, aunque me mienten la madre, me digan “serote”, para qué le digo lo que ya sabe que me dicen. Si iba un poco a prisa, pero no era demasiado, la velocidad que llevaba era la normal, todas las noches lo hago con la misma velocidad. Sólo así puedo llegar a tiempo.
Ya se lo dije antes, no lo vi, muchos se han subido sin que yo logre enterarme. No se vaya a molestar pero yo no tengo ojos en la espalda, y en las orejas para verlo todo. Casi siempre me avisan con un chiflido o somatan la burra, siempre se las ingenian para avisarme de que sucede algo, entonces yo volteo a ver por el retrovisor. Yo tengo que guiarme por esas señales, no me queda de otra, yo también tengo un hijo estudiando en la universidad, no se crea que no sé lo que es estar en estos lugares. Por eso siempre hago todo lo posible por cuidar a mis pasajeros. Pero un accidente ¡quién va a adivinarlo! Yo sólo sentí que las llantaza traseras del bus pasaban como encima de una piedra, y los gritos y los golpes de los demás estudiantes sobre mí, y las amenazas y las maldiciones. ¿Qué iba a ver yo con tanta gente adentro de la burra? ¿Dígame usted? Si usted estuviera en mis zapatos por lo menos me creería que no se puede ver nada así…
Ahora usted me dice que sí me avisaron. Que una mujer grito antes de que arrancara, pero la verdad es que no la oí. Es la verdad… ¡No la oí!
(1999-2002)
Casi dormir, casi cerrar los párpados hasta que todo sea indefinido y oscuro y no recuerde, casi olvidar lo que sucede por mis sentidos y me provoca no tener recuerdos. ¿Ahora realmente qué puedo esperar? ¿Cómo iba yo a saberlo, díganme ustedes, cómo podría saberlo? ¡Yo no soy adivino maldita sea!
Casi después de todo el tiempo esto es lo que pasa. Te dicen que ya no te desean verte la cara por la casa, que mejor te busques otro lugar. Y bueno, qué podés hacer… no queda otra solución que encontrar ese lugar. Cómo, dónde, a cambio de qué, son preguntas que al final no importan para los demás. Sentí que me quitó el suelo que pisaba, sentí que tenía los zapatos sobre el vacío cuando me dijo que ya no podía quedarme más en la casa. ¿Quedarme? ¡Gran cosa! Si ya ni era mi casa, ya en realidad dejó de serla desde hace mucho tiempo, y me refiero a demasiado.
¿Y dónde podría quedarme ahora? Los amigos… ellos me habían dicho que no podían.
Por la familia, nos echarían a los dos, vos sabés de esto manito.
En la mía, sería sólo por un día, es decir por una noche, y eso a vos no te alcanza. ¿no es así? Después ¿qué harías? Otro día en otra casa y así indefinidamente. Lo que tenés que encontrar es un lugar seguro, un hotel, o un cuarto para alquilar, y yo no te lo puedo ofrecer, aunque intentara hacerlo.
No sé si eso que me respondieron los haga mejores amigos o no. Tal vez no. Pero de todas formas el asunto del lugar seguía siendo una prioridad. Cuando ella me dijo por la mañana “espero sinceramente que no te molestes en regresar, porque esta ya no es tu casa, si buscás desde temprano tal vez encontré dónde guardarte por las noches, aquí ya no hay espacio para vos”.
Todas las cosas podría llevármelas después, eso no me preocupaba. Y aún así, sabiendo que necesitaba espacio, fui a estudiar, la universidad me absorbería sin darme cuenta y las preocupaciones que llevaba desaparecerían sin mucho esfuerzo si pretendía como mis otros amigos de que todos los desastres personales los dejaba en la entrada de la universidad.
Esta primera noche en la calle no fue difícil pasarla en la casa de algún amigo. Sólo necesité acompañarlo y emborracharme junto a él, Hasta que llegando el momento de las despedidas, le comentara de la imposibilidad de llegar a mi casa porque [ya no tengo dinero, y sólo sería por esta noche], y así nadie se complicaba más en explicaciones o en esa lástima inútil que odiaba recibir de mis propios amigos porque me parecía una ofensa y una falta de respeto.
No hay mucha diferencia entre dormir una noche en un lugar o en otro, cuando le perdés sentido a lo que significa el hogar, o la casa, como muchos acostumbran llamarla, sinceramente no existe diferencia si es en cualquier sitio. Lo primordial es que los ojos se cierren y todo se desvanezca de los sentidos para no tener ninguna forma cómo recordar o recibir algo de memoria. Pero el insomnio es lo más perro que te puede llegar en esos momentos, por dentro te comen las ganas de levantarte y perderte, confundir el cuerpo por las calles hasta que el alba y el cansancio te golpee en la sien para besar el aire gélido del amanecer, y respirar la posibilidad de que la siguiente noche no termine igual, pero el tiempo sigue, sigue y permanece el insomnio. Y escuchás que nadie habla, que todos callan preguntándose qué diablos hacés vos en ese lugar. Así se hacen los días y no le encontrás solución a todo el asunto, pensás que regresar significaría algo importante para los que te echaron, pero quién lo sabe con certeza. Y para volver te faltan muchas cosas, y entre ellas necesitas perder el poco sentido de dignidad que te queda en el alma, o en las entrañas, como se llama.
Pero también se acaban los favores y es preferible ahorrarse las explicaciones de que has buscado dónde quedarte de forma fija, pero que aún no has encontrado dónde, y el tiempo, otra vez, largo e indefinible se te estira como la tripa de un coche y a pesar de que sólo han pasado dos días, no te alcanzan los sentidos para hallar el límite de esta continúa revisión de las horas sobre tus labios y sabe como a agua estancada e inmóvil que ya ni siquiera te permite hablar con tranquilidad, para pretender que los desastres siempre se quedan afuera de todo lo que es la convivencia pública. Y mientras me doy cuenta de que faltan tres horas para que la noche separe los intereses de cada uno de mis amigos, no sé dónde está ese lugar que fue hecho para mí, si es que existe en el mundo algo parecido lo que busco. Y les digo a mis amigos que por fin hoy ya he resuelto el problema por el que les había causado tantas molestias en sus casas, aunque sea una mentira. Con las triviales excusas que la amistad necesita para seguir siendo lo que es, comprendo qué soluciones podrían ser funcionales para este momento. Ninguna de ellas me parece muy buena, pero con intentarlas sólo puedo perder lo que me queda, que es muy poco. Tomé dos cigarrillos cuando la cajetilla pasó por mis manos en la habitual repartición del tabaco entre mis amigos, uno para ahora, en estos precisos instantes y otro para después, por si las cosas no salen como me imaginaba por lo menos estaría preparado de alguna manera. Mis amigos sintieron más alivio que otra cosa, cuando se enteraron de lo que recién inventaba, porque aún si ellos no me lo decían, otro día en sus casas era algo que sobrepasaba el límite que ellos mismos llegaban a tener. Era suficiente que miraran con ojos esquivos para entenderlo sin preguntas. Eso era así ahora.
Me senté en uno de los espacios jardinizados que tenía el Campus Universitario, y esperé. Todos mis amigos iban por sus caminos, aglomerándose con otros estudiantes como ellos, indescifrables si iban en grandes números o cuando estaban solos, nadie deja de ser como una piedra, es decir, que no se sabe qué tiene dentro hasta que se rompe por alguna razón. Después de una hora tendría la soledad suficiente para buscar un lugar idóneo para quedarme, sin que nadie me viera y con el riesgo de que la seguridad interna de la universidad llegara a encontrarme.
Me habían contado de un edificio que no tenía servicio de vigilancia, por sus escasas instalaciones y porque estaba rodeado por otros edificios casi del triple de tamaño que éste y que de alguna manera, no se habían tenido nunca noticias de que en este pequeño edificio pasaran problemas.
Ese edificio era mi objetivo desde el momento que me recordé de aquellos comentarios. La iluminación de los alrededores era demasiado escasa como para que alguien pudiera verme. Cuando ya había pasado la hora de esperar casi escondido entre las sombras de los árboles de esa área del Campus Universitario, caminé atento a cualquier movimiento que me alertara de alguna presencia. Mis sentidos se agudizaron al máximo como nunca antes se hicieron más sensibles: a un cambio de luz, a una sombra moviéndose entre la oscuridad. Crucé el corredor del parqueo y vi una tenue iluminación en las puertas donde debía pasar con rapidez y agilidad para lograrlo. La puerta metálica, hecha con angulares de hierro, sólo tenía sobrepuesto el candado en la cadena. No necesité quitar el candado para mover la puerta, la empujé con fuerza y lentamente, lo exacto para que mi cuerpo pasara de costado por ella, y después la regresé a su posición original. El pasillo del edificio seguía con luz eléctrica, los tres estrechos niveles del edificio. Todos los salones estaban cerrados con llave, el único lugar que por costumbre permanecía abierto, era el baño. Tal vez para logar que el hedor concentrado de los residuos de los estudiantes pudieran ventilarse durante la noche, por lo tanto, sólo ahí podría quedarme a dormir. Antes ya había soportado situaciones más complicadas, pensé. El insomnio regresó como las dos noches pasadas sin dejarme pegar ojo por más de una hora seguida. Pero lo que realmente necesitaba tener era espacio, un lugar, donde sabía que nadie podría interrumpir este intento por perder un poco de esa preocupación que sin darme cuenta comenzaba a extenderse más de lo que había llegado a imaginar. Como a las tres y media fumé el cigarrillo que había guardado. Realmente resultó una solución temporal que alejó ese cansado cabeceo en el que me había encerrado en una inercia casi inconsciente. El tiempo que faltaba para la mañana se esfumó en un parpadeo. El trabajo me esperaba y seguía con la misma ropa, con la misma expresión de incredulidad que me dominaba. Antes de que dieran las seis de la mañana salí del edificio. Por lo menos que quedaban más de doce horas para buscar otro lugar, sino es que no me quedara otra solución que tomar el tiempo.
A todos les pareció gracioso verme con la misma ropa por tres días. Lo supe desde que les vi esa risa mordida en los labios al saludarme en la mañana, así es el trabajo de vez en cuando, si no fuera así, no sé quizá todos seríamos otra cosa. Yo pretendí ser indiferente a todo, dejé mis asuntos en esos breves momentos cuando mis pupilas encontraron un abismo de ausencia. Sentí que estas horas de trabajo pasaban mucho más despacio que las horas vividas la noche anterior en aquel baño. No comí durante la hora de almuerzo, me perdí por las calles del centro viendo tonterías y caminando sin rumbo fijo, lo que hacía era gastar el tiempo de comer, borrarlo de mi estómago para no sentir hambre. Cuando regresé al trabajo había un grupo de compañeros platicando, que al verme inmediatamente se dispersaron como si les hubieran echado insecticida para asustarlos. Y estas horas de la tarde se hicieron menos cortas. Y yo me sentí menos real, por el hambre, por la cercanía nuevamente de esa incertidumbre. Dentro de mi hice ojitos de cangrejo para soportar lo que aún faltaba del día. Después regresé a la universidad como si en esa rutina perdiera relación conmigo mismo y con los demás y todo se reluciera a una insignificante renovación de la indiferencia. Hoy es viernes y las cosas cambian de dimensión los viernes, o por lo menos así lo intentan los estudiantes más liberados. Cuando encontré de nuevo a mis amigos, noté la misma expresión de inseguridad en sus rostros al verme igual que ayer. Entonces se dieron cuenta de que todo el asunto supuestamente resuelto había sido sólo una invención, al menos ingeniosa, para no molestarlos más.
Después del último curso, salimos en grupo. Todos mis amigos pretendieron tener una solución para esta mi desgracia. Pero se me subió un poco el orgullo, por mil razones que no tienen valor. Y en ese estado de supremacía aparente rechacé las ofertas que me hacían para esta noche. Todo se acaba tarde o temprano, y si se acaba…
Me interrumpió mi cuñada justamente cuando me disponía a darles un pequeño sermón acerca de lo que para mí era la molestia que es estaban tomando en un asunto que no era responsabilidad de ellos. Mi cuñada habló con rapidez y seguridad. Su hermana, mi esposa, quería que regresara, que el asunto podríamos hablarlo en la casa, sólo tenía que regresar para que esto fuera posible. Lo que hice fue lo único que me quedaba por hacer…
Óigame usted muy bien… cómo espera usted que tenga noción de quién va a o viene, si son demasiadas personas las que suben desde la universidad. Yo me los llevo como puedo, porque tampoco los puedo dejar tirados, porque aunque ninguno me crea, yo tampoco soy un animal como piensan muchos. Si ellos se suben yo los llevo, para eso estoy en esto, media vez paguen el pasaje, hago todo lo que puedo porque lleguen rápido y lo más tranquilos que se pueda, aunque usted mismo sabe, la competencia, la necesidad de estar lo antes posible porque tiene que tomar otros buses para llegar a sus casas. Pienso que esto es una equivocación y que usted pierde el punto de vista real del asunto al pensar que yo sería capaz de hacer algo así intencionalmente. Personalmente no tengo nada contra ellos, aunque me mienten la madre, me digan “serote”, para qué le digo lo que ya sabe que me dicen. Si iba un poco a prisa, pero no era demasiado, la velocidad que llevaba era la normal, todas las noches lo hago con la misma velocidad. Sólo así puedo llegar a tiempo.
Ya se lo dije antes, no lo vi, muchos se han subido sin que yo logre enterarme. No se vaya a molestar pero yo no tengo ojos en la espalda, y en las orejas para verlo todo. Casi siempre me avisan con un chiflido o somatan la burra, siempre se las ingenian para avisarme de que sucede algo, entonces yo volteo a ver por el retrovisor. Yo tengo que guiarme por esas señales, no me queda de otra, yo también tengo un hijo estudiando en la universidad, no se crea que no sé lo que es estar en estos lugares. Por eso siempre hago todo lo posible por cuidar a mis pasajeros. Pero un accidente ¡quién va a adivinarlo! Yo sólo sentí que las llantaza traseras del bus pasaban como encima de una piedra, y los gritos y los golpes de los demás estudiantes sobre mí, y las amenazas y las maldiciones. ¿Qué iba a ver yo con tanta gente adentro de la burra? ¿Dígame usted? Si usted estuviera en mis zapatos por lo menos me creería que no se puede ver nada así…
Ahora usted me dice que sí me avisaron. Que una mujer grito antes de que arrancara, pero la verdad es que no la oí. Es la verdad… ¡No la oí!
miércoles, 11 de mayo de 2011
SESIONES PARA ALCANZAR LA ETERNIDAD
SESIONES PARA ALCANZAR LA ETERNIDAD
(1999-2002)
A Jair, Salvador, y Manuel
Las máquinas de escribir se convertían en estatuas de sal después de que los últimos estudiantes del curso de mecanografía las abandonaban con la satisfacción de que casi estaban por terminar el curso, que en ciertos momentos les pareció casi interminable, cuando la presión de la velocidad versus tiempo se volvía algo de vida o muerte para no pasarse otro año metido en este absorbente salón donde el sonido se hacia ciclos incontables por los sentidos más despiertos después de la acelerada rutina de volverse sobre las cuartillas en blanco, sobre las numerosas tareas pendientes para obtener la nota máxima y necesaria para recibir el diploma que al final del tiempo sería sólo una víctima más de la polilla y su constante evolución en el ecosistema urbano.
En filas de cinco máquinas por cada una, las seis filas se miraban rígidas y frías desde el umbral de la entrada, o desde las ventanas, viendo el salón desde el lado de la calle. Y la maestra, alta y solemne, gorda, miope y soltera, como una torre insalvable al momento de querer la salida de la clase, indiferente viendo sobre su escritorio todas las hojas de práctica que los alumnos dejaban para que las evaluara día a día, rodeada sin darse cuenta de la leve penumbra del salón cuando la tarde se inclinaba sobre el horizonte para tragarse rápidamente toda la claridad que podía existir.
No te vayas a creer que la clase te será fácil sólo porque eres el único estudiante de las calases de la mañana. ¿Está claro? No quiero que después me traigas a tu mamá para que reclame. Bien, comencemos con la clase […]
Todas las mañanas debía asistir a esa clase de mecanografía. Y para mi desgracia era el único estudiante que se había inscrito en la academia a esa hora. Todos los demás jóvenes de mi edad lo hacían por las tardes, pero eso porque ellos estudiaban por la mañana, en cambio mi rutina era al contrario, al revés, yo tenía que ir primero a la meca y luego a estudiar por la noche. No dejé de estar molesto por tener este itinerario inestable. Si no hubiera sido porque en el instituto se les ocurrió poner cantidades límites de estudiantes podría haberme inscrito por la mañana como mis demás ex compañeros de grado. Nunca me gustó la soledad, y menos en estas circunstancias, cuando la maestra de meca si venía enojada podía desquitarse conmigo con una tranquilidad que incluso yo mismo me sorprendía, porque en cierta forma mi indolencia por lo que hacía indirecta o directamente para desahogarse conmigo de todos sus problemas personales sólo había sido el resultado de la poca importancia que tenía esa clase y lo que sucedía dentro de ella.
El primer día que llegué a la academia pensé que encontraría a muchos jóvenes de mi edad con quienes podría pasarla bien después del curso o también dentro de éste. Pero cuando descubrí que yo era el único que se había inscrito por la mañana, me cayó un balde de agua fría sobre el rostro y me dio la impresión de que mis propios amigos, es decir, sus emanaciones casi fantasmales eran los que lanzaban ese helado chorro sobre mi rostro para que se me parara el corazón antes que fuera dominado por el aburrimiento. Otros de mis compañeros que tampoco logró apuntarse en el instituto por la mañana, y ahora también me hacían compañía por la jornada de la tarde, estaban en la academia pero los días sábados, otros tomaron el día domingo, a esos los llamamos “los Miseros de la Santa Tecla” por eso de misa los domingos y tecla de máquina. Quería tomar el último lugar del fondo en la fila media, la número tres, no importaba si se contaba de derecha a izquierda o al revés, siempre era el mismo número medio de una cifra redonda. Cuando entré a la academia, la maestra me dijo que escogiera dónde prefería sentarme, ya iba caminando para el fondo del salón cuando me detiene con un “shhhtt…” y me señala con su mano el lugar que se encontraba hasta delante de la misma fila tres y como si no reconociera yo la orden pretendí no ver esa señal con su mano, después volvió el “shhhtt…” con más agresividad y luego regresé a donde me ordenaba, pero para alegrar el asunto caminé de espaldas regresando sobre mis pasos, como una negación que afirmaba mi deseo y al mismo tiempo buscaba una reacción, fuera cual fuera, de la maestra que me miraba caminar de espaldas y que no le encontró la gracia a lo que hacía. Guardó silencio por unos cuantos segundos hasta que decidió quitarse del lado de la pared que daba a la calle y que ella miraba por las ventanas, para sentarse en su escritorio, con lentitud y metodismo casi anacreóntico. Me miraba fijamente sin pronunciar todavía alguna palabra, y al mismo tiempo con su mano izquierda abría la ancha gaveta superior del escritorio, desde el lugar donde yo la miraba, no alcancé a ver el contenido de esa gaveta, sólo veía parte del brazo y antebrazo moviéndose como la pala hidráulica de un tractor industrial, hasta que mostró sobre la mesa del escritorio un libro de color verde o amarillo… lo que sucedía en realidad es que eran dos libros, uno amarillo y el otro verde, uno era de ejercicios en la clase, el otro de ejercicios en la casa, cada uno con una completa introducción de lo interesantísima que podría resultar esta clase para toda la juventud entusiasta [baahhh…] dije dentro de mí cuando las palabras se agruparon en esa idea que por lo menos para mí no era cierta. Este curso de la meca no me gusta, ya se lo dije a mis padres, a ellos no les interesa tomar en cuenta lo que les digo, pero tampoco por eso me voy a quedar callado como si no pasara nada. Y así desde este primer día de la meca entendía lo complicado que iba a ser obtener ese cartón, que por lo menos si era necesario para pasar al otro grado. La maestra me ordenó que leyera las introducciones, presentaciones, notas del autor y las recomendaciones de los dos libros que me había entregado. Tal vez me lo dijo porque no tenía idea de lo que podríamos trabajar en esta clase, o porque la rutina de todo esto iniciaba con las presentaciones protocolarias de los manuales de trabajo, de alguna forma no podía disimular que los leía porque siendo el único en el salón, con un leve movimiento de las retinas yo era el blanco de la mirada de la maestra, quien no me perdía de vista más de un minuto. Así que me tuve que enterar de los deseos del editor por la juventud, de su aparente pestalozzismo en estado primitivo, y las aclaraciones de producción, estudio, y convicción que el autor confiaba a los lectores para que tuvieran la intimidad suficiente como para recomendar el libro y así venderían los originales y no las copias pirata, como advertía el autor con una amenaza apocalíptica en cuanto a la defensa legal que lo amparaba, por si llegaba a agarrar al desgraciado que le robaba su idea de forma descarada, esta parte fue al único que me gustó, es cierto.
No sé realmente cómo podré soportar estar así de aburrido todos los días del año, porque son casi doscientos días los que estaré en este lugar, y lo único que me salva de la muerte es que puedo descansar los fines de semana, porque si no les juro que soy capaz de matar a la maestra en un ataque de locura, no sé no creo que tenga paciencia para éstas cosas y menos para estar soportando sus revanchas personales sobre mí.
Me dice que el libro de ejercicios en la casa no lo aplicaremos todo, sino sólo algunas partes, las más indispensables para que logre mi aprendizaje con rapidez y exactitud y precisión, y qué demonios pasa que estoy frente a la máquina presiono una tecla y aparece la mancha de una letra que no era la que debe aparecer en realidad, qué pasa, mis dedos tiemblan y se gastan sin acertar a colocar las palabras y sus letras en el orden en que deben estar para que los demás las entiendan, pero no es que lo haga a propósito, lo mío no es la meca, no, lo mío es la tecnología de vanguardia, los sistema de comunicación por medio de la voz, los que ya ni tocas con las manos para que reaccionen a tus órdenes y actúen con una potencia impresionante. La maestra seguramente no sabe mucho de esas cosas, creo que ni las conoce, ahí me gustaría verla, en un laboratorio con equipo de última generación en tecnología digital, ahí si estaría a mi merced. No sé, desde acá tampoco se mira tan abandonada como parece, tal vez si conoce todo eso que me gusta, pero talvez para ella eso no es algo sorprendente.
La primera semana me la pasé aprendiendo la posición de cada dedo en la orientación estratégica de cada una de las teclas que cada dedo debería de pulsar con velocidad y precisión al momento de terminar la clase, pero que en estos momentos se volvía un juego de reacción casi atolondrada donde las equivocaciones iban aumentando a medida que el rodillo avanzaba sobre la línea de manchas letras sobrescritas en otras letras y la repetición del ejercicio en la siguiente línea sólo se convertía en la confirmación de los errores de la anterior. Es desesperante pasarse una hora completa equivocándose, sino se aguanta uno la rabia, bien podría tirar la máquina al suelo, de la frustración. Las hojas estrujadas y echadas a perder se amontonan dentro del cesto de basura, de más de seis hojas, ni una sola se ha terminado en limpio. Y la maestra de meca mira con tranquilidad la desesperación que tengo por lograr que las equivocaciones no interrumpan mi rutina. Así, con ese continuo choque con los errores cualquiera siente que el tiempo nunca pasa y que la clase terminará en realidad hasta que deje de equivocarme por lo menos con una sola hoja. Y cuando termina la hora, casualmente es cuando mejor va saliendo todo y lo que iban bien lo dejas pendiente para el próximo día, por lo menos esto terminó hoy.
Prefería estar internado en uno de esos colegios donde sólo tenés permiso para salir los fines de semana, en lugar de estar metido en ese curso de meca por una hora que cada día se me volvía más difícil de lo que imaginaba. Por lo menos en ese internado estaría con amigos, aunque tuviera que formar esas amistades nuevas eso sería mucho más fácil que ver a la maestra frente de mí, casi inquisidora de todos mis movimientos, de cómo miro hacia la máquina de cómo me equivoco y trato de disimularlo con la mayor discreción posible para que no se levante de su silla y se acerque a mi máquina para reírse disimuladamente de mis fallas.
Todos mis amigos creían que me había vuelto loco al seguir en aquella clase, sabiendo que no me gustaba y que el aburrimiento me mataba. Todos me decían que inventara algo para no seguir llegando a la meca, que acusara a la maestra de prepotente y abusiva conmigo, pero ya mis padres sabían que cualquier cosa que dijera no iba a cambiar la situación, al contrario, me los pondría en contra. Además yo sabía muy bien que mi familia no estaba en condiciones de cambiarme el día de clases, porque representa un gasto impagable en estos momentos, y por eso trataba de soportar la situación lo mejor que podía aunque me resultara en un dolor de cabeza cada día, el que no podía quitármelo de encima hasta que oía el timbre del recreo por la tarde, y salía al patio a jugar con mis amigos.
A mitad del año, todos mis amigos tenían la idea de que la clase en realidad me gustaba, no por la clase en sí, sino por la maestra, porque tenía la oportunidad de aprovecharme de la situación para tener privilegios con ella… ¿Privilegios? ¿De qué tipo? Me preguntaba. Y ellos siempre contestaban “Vamos, vos sabes cuáles… acaso no te das cuenta de que siempre llega con sus falditas. No me vas a decir que nunca le has visto las piernas. No decís que te sienta frente a ella, desde ahí podés verle todo, o me vas a decir que no se lo mirás… Bah… vos porque tenés miedo de levantar la cabeza para verla. Pero nosotros siempre nos damos la grande, más el bizco, que usa tu lugar cuando vamos nosotros.” Realmente no entendían que esas ondas, por lo menos en ese curso ni me llamaban la atención. Si estuvieran aunque sea una semana en esa clase solitarios por la mañana, se darían cuenta de que todo intento es inútil por sacarse de la mente ese silencio, esa sensación de que el tiempo no acaba y el salón te ahoga, como si te tragara una ballena. No es como en el instituto, que por lo menos podés espiar de reojo y es muy difícil que se den cuenta porque como somos muchos, casi siempre hay alguien viendo, buscando algo que nos haga perder la noción de que las clases son algo rutinario. Y así mis amigos nos dejan de creer que si miro pero que no les quiero contar la verdad, y que hasta he logrado tener algo con la maestra, aunque esto es algo que no deseo negar, ni molestarme en explicarles si es falso o no. El ejercicio continuo me ha permitido lograr muchos avances, casi el doble del que han logrado los demás, pero la maestra nunca me lo dijo mientras estuve en su clase, sólo se los decía a sus demás estudiantes, cuando estaba con ellos y se refería a mi como el de la mañana hace mejor las cosas que muchos de ustedes, así que a practicar, sigan escribiendo en la máquina, no quiero escuchar un solo segundo de silencio, el sonido de las teclas tiene que seguir hasta que termine la clase. Así fue como me gané la envidia de muchos, y no digamos el enfado de mis amigos. Hasta el instituto llegó éste rumor y así fui perdiendo la fama de estudiante rebelde hasta que se consideraba el preferido de la meca. Los grupos de estudiantes del instituto se formaban en el recreo y cuando me acercaba para unirme a ellos, rápidamente se separaban para dejarme otra vez solo. Yo me enteré de todo esto hasta que la cerebrito de la clase se acercó a mi escritorio y admirada en cierta forma de mi aparente cambio, pensó que sería un renacimiento mío que ella podría apoyar con agrado, ciertamente pensé que ella se había aliado con los demás para jugarme una broma, pero cuando me dí cuenta que el asunto iba en serio. Porque me miraba con ojos de asombro que no lograba quitarme de encima, y comenzó a seguirme como si solo conmigo pudiera platicar en el instituto, y la verdad era que ella no se mantenía mucho con las demás estudiantes, casi siempre me aburro con ellas, decía. La hice cómplice de mi soledad sólo porque miraba cómo iba perdiendo la compañía de mis amigos, si hubieran sido otras las circunstancias ni loco hablaría con ella, es como ver el agua y el aceite intentando mezclarse.
Los rumores de que mi relación con la maestra de meca eran indudablemente íntimos, fueron creciendo más y más, hasta que llegaron a ponerme “el maquinito” porque ella podía hacer conmigo lo que le diera la gana. Todas las burlas que corrieron por el instituto se hicieron cada vez más ofensivas, pero yo nunca me enojé por éstas, todas me parecían cosquillas a comparación de lo que tenía que pasar todas las mañanas en el curso de meca. Me había hecho inmune a esos ataques que incluso la evidente desinformación de todo lo que pasaba podía servirme para que todos los demás me vieran distinto, me reconocieran al momento que llegaba y se tomaran la molestia de hablar sobre mí y mis aventuras solitarias, y las demás compañeras del instituto lentamente comenzaron a mirarme como el único que ya había conocido el mundo adulto, lo cual despertaba en ellas esa nueva curiosidad sobre la vida, muchas de las que estudiaban por la mañana, buscaban la manera de escaparse del día de clases, inventando cualquier excusa, para husmear por la academia tratando de averiguar si eran ciertas todas las cosas que se aseguraban de mí. Y siempre que los miraba pasar por el frente de la academia me daban una gran envidia.
La verdad es que no sé cómo terminé el curso de meca sin volverme loco del tedio. Y el libro que me había dado la maestra al inicio de la clase ya lo había terminado casi un mes antes que los demás, y fue entonces cuando sentí que esto no terminaría nunca, porque durante los siguientes días me la pasé repitiendo los últimos ejercicios del libro lo que me ponía con humor de perros. ¿Por qué no me dejó descansar hasta que llegara el último día, y sólo me daba el cartón? No, tenía que llegar aunque sea a calentar el lugar. Ni siquiera les dije a mis amigos de que había terminado el curso antes que ellos, terminaría con la poca confianza que aún me tenían. Con el revuelo que alcanzó mi experiencia matutina en el curso de meca, al siguiente año muchos estudiantes rogaron a sus padres que los trasladaran a la tarde y los inscribieran en curso de meca por la mañana, pensando que serían los únicos en asistir a esas horas, pero fueron muchos los que pensaron igual, que el terminó cerrando las inscripciones de la mañana porque ya habían llegado al límite de capacidad. Y la mayoría de los estudiantes que se apuntaron para la mañana en la meca se sintieron totalmente frustrados pro ver que habían sido engañados por mí, y sólo así entendieron que todos los rumores eran simples mentiras que había inventado para burlarme de ellos, aunque yo sabía que todo eso era falso. Yo no había inventado nada, ni había querido burlarme de ellos, aunque no niego que ahora disfrutaba de la noticia porque por fin ahora estaban metidos en los mismos zapatos que yo había tenido que ponerme y tuve que soportar en completa soledad. Algo que ellos no llegarían a conocer completamente.
(1999-2002)
A Jair, Salvador, y Manuel
Las máquinas de escribir se convertían en estatuas de sal después de que los últimos estudiantes del curso de mecanografía las abandonaban con la satisfacción de que casi estaban por terminar el curso, que en ciertos momentos les pareció casi interminable, cuando la presión de la velocidad versus tiempo se volvía algo de vida o muerte para no pasarse otro año metido en este absorbente salón donde el sonido se hacia ciclos incontables por los sentidos más despiertos después de la acelerada rutina de volverse sobre las cuartillas en blanco, sobre las numerosas tareas pendientes para obtener la nota máxima y necesaria para recibir el diploma que al final del tiempo sería sólo una víctima más de la polilla y su constante evolución en el ecosistema urbano.
En filas de cinco máquinas por cada una, las seis filas se miraban rígidas y frías desde el umbral de la entrada, o desde las ventanas, viendo el salón desde el lado de la calle. Y la maestra, alta y solemne, gorda, miope y soltera, como una torre insalvable al momento de querer la salida de la clase, indiferente viendo sobre su escritorio todas las hojas de práctica que los alumnos dejaban para que las evaluara día a día, rodeada sin darse cuenta de la leve penumbra del salón cuando la tarde se inclinaba sobre el horizonte para tragarse rápidamente toda la claridad que podía existir.
No te vayas a creer que la clase te será fácil sólo porque eres el único estudiante de las calases de la mañana. ¿Está claro? No quiero que después me traigas a tu mamá para que reclame. Bien, comencemos con la clase […]
Todas las mañanas debía asistir a esa clase de mecanografía. Y para mi desgracia era el único estudiante que se había inscrito en la academia a esa hora. Todos los demás jóvenes de mi edad lo hacían por las tardes, pero eso porque ellos estudiaban por la mañana, en cambio mi rutina era al contrario, al revés, yo tenía que ir primero a la meca y luego a estudiar por la noche. No dejé de estar molesto por tener este itinerario inestable. Si no hubiera sido porque en el instituto se les ocurrió poner cantidades límites de estudiantes podría haberme inscrito por la mañana como mis demás ex compañeros de grado. Nunca me gustó la soledad, y menos en estas circunstancias, cuando la maestra de meca si venía enojada podía desquitarse conmigo con una tranquilidad que incluso yo mismo me sorprendía, porque en cierta forma mi indolencia por lo que hacía indirecta o directamente para desahogarse conmigo de todos sus problemas personales sólo había sido el resultado de la poca importancia que tenía esa clase y lo que sucedía dentro de ella.
El primer día que llegué a la academia pensé que encontraría a muchos jóvenes de mi edad con quienes podría pasarla bien después del curso o también dentro de éste. Pero cuando descubrí que yo era el único que se había inscrito por la mañana, me cayó un balde de agua fría sobre el rostro y me dio la impresión de que mis propios amigos, es decir, sus emanaciones casi fantasmales eran los que lanzaban ese helado chorro sobre mi rostro para que se me parara el corazón antes que fuera dominado por el aburrimiento. Otros de mis compañeros que tampoco logró apuntarse en el instituto por la mañana, y ahora también me hacían compañía por la jornada de la tarde, estaban en la academia pero los días sábados, otros tomaron el día domingo, a esos los llamamos “los Miseros de la Santa Tecla” por eso de misa los domingos y tecla de máquina. Quería tomar el último lugar del fondo en la fila media, la número tres, no importaba si se contaba de derecha a izquierda o al revés, siempre era el mismo número medio de una cifra redonda. Cuando entré a la academia, la maestra me dijo que escogiera dónde prefería sentarme, ya iba caminando para el fondo del salón cuando me detiene con un “shhhtt…” y me señala con su mano el lugar que se encontraba hasta delante de la misma fila tres y como si no reconociera yo la orden pretendí no ver esa señal con su mano, después volvió el “shhhtt…” con más agresividad y luego regresé a donde me ordenaba, pero para alegrar el asunto caminé de espaldas regresando sobre mis pasos, como una negación que afirmaba mi deseo y al mismo tiempo buscaba una reacción, fuera cual fuera, de la maestra que me miraba caminar de espaldas y que no le encontró la gracia a lo que hacía. Guardó silencio por unos cuantos segundos hasta que decidió quitarse del lado de la pared que daba a la calle y que ella miraba por las ventanas, para sentarse en su escritorio, con lentitud y metodismo casi anacreóntico. Me miraba fijamente sin pronunciar todavía alguna palabra, y al mismo tiempo con su mano izquierda abría la ancha gaveta superior del escritorio, desde el lugar donde yo la miraba, no alcancé a ver el contenido de esa gaveta, sólo veía parte del brazo y antebrazo moviéndose como la pala hidráulica de un tractor industrial, hasta que mostró sobre la mesa del escritorio un libro de color verde o amarillo… lo que sucedía en realidad es que eran dos libros, uno amarillo y el otro verde, uno era de ejercicios en la clase, el otro de ejercicios en la casa, cada uno con una completa introducción de lo interesantísima que podría resultar esta clase para toda la juventud entusiasta [baahhh…] dije dentro de mí cuando las palabras se agruparon en esa idea que por lo menos para mí no era cierta. Este curso de la meca no me gusta, ya se lo dije a mis padres, a ellos no les interesa tomar en cuenta lo que les digo, pero tampoco por eso me voy a quedar callado como si no pasara nada. Y así desde este primer día de la meca entendía lo complicado que iba a ser obtener ese cartón, que por lo menos si era necesario para pasar al otro grado. La maestra me ordenó que leyera las introducciones, presentaciones, notas del autor y las recomendaciones de los dos libros que me había entregado. Tal vez me lo dijo porque no tenía idea de lo que podríamos trabajar en esta clase, o porque la rutina de todo esto iniciaba con las presentaciones protocolarias de los manuales de trabajo, de alguna forma no podía disimular que los leía porque siendo el único en el salón, con un leve movimiento de las retinas yo era el blanco de la mirada de la maestra, quien no me perdía de vista más de un minuto. Así que me tuve que enterar de los deseos del editor por la juventud, de su aparente pestalozzismo en estado primitivo, y las aclaraciones de producción, estudio, y convicción que el autor confiaba a los lectores para que tuvieran la intimidad suficiente como para recomendar el libro y así venderían los originales y no las copias pirata, como advertía el autor con una amenaza apocalíptica en cuanto a la defensa legal que lo amparaba, por si llegaba a agarrar al desgraciado que le robaba su idea de forma descarada, esta parte fue al único que me gustó, es cierto.
No sé realmente cómo podré soportar estar así de aburrido todos los días del año, porque son casi doscientos días los que estaré en este lugar, y lo único que me salva de la muerte es que puedo descansar los fines de semana, porque si no les juro que soy capaz de matar a la maestra en un ataque de locura, no sé no creo que tenga paciencia para éstas cosas y menos para estar soportando sus revanchas personales sobre mí.
Me dice que el libro de ejercicios en la casa no lo aplicaremos todo, sino sólo algunas partes, las más indispensables para que logre mi aprendizaje con rapidez y exactitud y precisión, y qué demonios pasa que estoy frente a la máquina presiono una tecla y aparece la mancha de una letra que no era la que debe aparecer en realidad, qué pasa, mis dedos tiemblan y se gastan sin acertar a colocar las palabras y sus letras en el orden en que deben estar para que los demás las entiendan, pero no es que lo haga a propósito, lo mío no es la meca, no, lo mío es la tecnología de vanguardia, los sistema de comunicación por medio de la voz, los que ya ni tocas con las manos para que reaccionen a tus órdenes y actúen con una potencia impresionante. La maestra seguramente no sabe mucho de esas cosas, creo que ni las conoce, ahí me gustaría verla, en un laboratorio con equipo de última generación en tecnología digital, ahí si estaría a mi merced. No sé, desde acá tampoco se mira tan abandonada como parece, tal vez si conoce todo eso que me gusta, pero talvez para ella eso no es algo sorprendente.
La primera semana me la pasé aprendiendo la posición de cada dedo en la orientación estratégica de cada una de las teclas que cada dedo debería de pulsar con velocidad y precisión al momento de terminar la clase, pero que en estos momentos se volvía un juego de reacción casi atolondrada donde las equivocaciones iban aumentando a medida que el rodillo avanzaba sobre la línea de manchas letras sobrescritas en otras letras y la repetición del ejercicio en la siguiente línea sólo se convertía en la confirmación de los errores de la anterior. Es desesperante pasarse una hora completa equivocándose, sino se aguanta uno la rabia, bien podría tirar la máquina al suelo, de la frustración. Las hojas estrujadas y echadas a perder se amontonan dentro del cesto de basura, de más de seis hojas, ni una sola se ha terminado en limpio. Y la maestra de meca mira con tranquilidad la desesperación que tengo por lograr que las equivocaciones no interrumpan mi rutina. Así, con ese continuo choque con los errores cualquiera siente que el tiempo nunca pasa y que la clase terminará en realidad hasta que deje de equivocarme por lo menos con una sola hoja. Y cuando termina la hora, casualmente es cuando mejor va saliendo todo y lo que iban bien lo dejas pendiente para el próximo día, por lo menos esto terminó hoy.
Prefería estar internado en uno de esos colegios donde sólo tenés permiso para salir los fines de semana, en lugar de estar metido en ese curso de meca por una hora que cada día se me volvía más difícil de lo que imaginaba. Por lo menos en ese internado estaría con amigos, aunque tuviera que formar esas amistades nuevas eso sería mucho más fácil que ver a la maestra frente de mí, casi inquisidora de todos mis movimientos, de cómo miro hacia la máquina de cómo me equivoco y trato de disimularlo con la mayor discreción posible para que no se levante de su silla y se acerque a mi máquina para reírse disimuladamente de mis fallas.
Todos mis amigos creían que me había vuelto loco al seguir en aquella clase, sabiendo que no me gustaba y que el aburrimiento me mataba. Todos me decían que inventara algo para no seguir llegando a la meca, que acusara a la maestra de prepotente y abusiva conmigo, pero ya mis padres sabían que cualquier cosa que dijera no iba a cambiar la situación, al contrario, me los pondría en contra. Además yo sabía muy bien que mi familia no estaba en condiciones de cambiarme el día de clases, porque representa un gasto impagable en estos momentos, y por eso trataba de soportar la situación lo mejor que podía aunque me resultara en un dolor de cabeza cada día, el que no podía quitármelo de encima hasta que oía el timbre del recreo por la tarde, y salía al patio a jugar con mis amigos.
A mitad del año, todos mis amigos tenían la idea de que la clase en realidad me gustaba, no por la clase en sí, sino por la maestra, porque tenía la oportunidad de aprovecharme de la situación para tener privilegios con ella… ¿Privilegios? ¿De qué tipo? Me preguntaba. Y ellos siempre contestaban “Vamos, vos sabes cuáles… acaso no te das cuenta de que siempre llega con sus falditas. No me vas a decir que nunca le has visto las piernas. No decís que te sienta frente a ella, desde ahí podés verle todo, o me vas a decir que no se lo mirás… Bah… vos porque tenés miedo de levantar la cabeza para verla. Pero nosotros siempre nos damos la grande, más el bizco, que usa tu lugar cuando vamos nosotros.” Realmente no entendían que esas ondas, por lo menos en ese curso ni me llamaban la atención. Si estuvieran aunque sea una semana en esa clase solitarios por la mañana, se darían cuenta de que todo intento es inútil por sacarse de la mente ese silencio, esa sensación de que el tiempo no acaba y el salón te ahoga, como si te tragara una ballena. No es como en el instituto, que por lo menos podés espiar de reojo y es muy difícil que se den cuenta porque como somos muchos, casi siempre hay alguien viendo, buscando algo que nos haga perder la noción de que las clases son algo rutinario. Y así mis amigos nos dejan de creer que si miro pero que no les quiero contar la verdad, y que hasta he logrado tener algo con la maestra, aunque esto es algo que no deseo negar, ni molestarme en explicarles si es falso o no. El ejercicio continuo me ha permitido lograr muchos avances, casi el doble del que han logrado los demás, pero la maestra nunca me lo dijo mientras estuve en su clase, sólo se los decía a sus demás estudiantes, cuando estaba con ellos y se refería a mi como el de la mañana hace mejor las cosas que muchos de ustedes, así que a practicar, sigan escribiendo en la máquina, no quiero escuchar un solo segundo de silencio, el sonido de las teclas tiene que seguir hasta que termine la clase. Así fue como me gané la envidia de muchos, y no digamos el enfado de mis amigos. Hasta el instituto llegó éste rumor y así fui perdiendo la fama de estudiante rebelde hasta que se consideraba el preferido de la meca. Los grupos de estudiantes del instituto se formaban en el recreo y cuando me acercaba para unirme a ellos, rápidamente se separaban para dejarme otra vez solo. Yo me enteré de todo esto hasta que la cerebrito de la clase se acercó a mi escritorio y admirada en cierta forma de mi aparente cambio, pensó que sería un renacimiento mío que ella podría apoyar con agrado, ciertamente pensé que ella se había aliado con los demás para jugarme una broma, pero cuando me dí cuenta que el asunto iba en serio. Porque me miraba con ojos de asombro que no lograba quitarme de encima, y comenzó a seguirme como si solo conmigo pudiera platicar en el instituto, y la verdad era que ella no se mantenía mucho con las demás estudiantes, casi siempre me aburro con ellas, decía. La hice cómplice de mi soledad sólo porque miraba cómo iba perdiendo la compañía de mis amigos, si hubieran sido otras las circunstancias ni loco hablaría con ella, es como ver el agua y el aceite intentando mezclarse.
Los rumores de que mi relación con la maestra de meca eran indudablemente íntimos, fueron creciendo más y más, hasta que llegaron a ponerme “el maquinito” porque ella podía hacer conmigo lo que le diera la gana. Todas las burlas que corrieron por el instituto se hicieron cada vez más ofensivas, pero yo nunca me enojé por éstas, todas me parecían cosquillas a comparación de lo que tenía que pasar todas las mañanas en el curso de meca. Me había hecho inmune a esos ataques que incluso la evidente desinformación de todo lo que pasaba podía servirme para que todos los demás me vieran distinto, me reconocieran al momento que llegaba y se tomaran la molestia de hablar sobre mí y mis aventuras solitarias, y las demás compañeras del instituto lentamente comenzaron a mirarme como el único que ya había conocido el mundo adulto, lo cual despertaba en ellas esa nueva curiosidad sobre la vida, muchas de las que estudiaban por la mañana, buscaban la manera de escaparse del día de clases, inventando cualquier excusa, para husmear por la academia tratando de averiguar si eran ciertas todas las cosas que se aseguraban de mí. Y siempre que los miraba pasar por el frente de la academia me daban una gran envidia.
La verdad es que no sé cómo terminé el curso de meca sin volverme loco del tedio. Y el libro que me había dado la maestra al inicio de la clase ya lo había terminado casi un mes antes que los demás, y fue entonces cuando sentí que esto no terminaría nunca, porque durante los siguientes días me la pasé repitiendo los últimos ejercicios del libro lo que me ponía con humor de perros. ¿Por qué no me dejó descansar hasta que llegara el último día, y sólo me daba el cartón? No, tenía que llegar aunque sea a calentar el lugar. Ni siquiera les dije a mis amigos de que había terminado el curso antes que ellos, terminaría con la poca confianza que aún me tenían. Con el revuelo que alcanzó mi experiencia matutina en el curso de meca, al siguiente año muchos estudiantes rogaron a sus padres que los trasladaran a la tarde y los inscribieran en curso de meca por la mañana, pensando que serían los únicos en asistir a esas horas, pero fueron muchos los que pensaron igual, que el terminó cerrando las inscripciones de la mañana porque ya habían llegado al límite de capacidad. Y la mayoría de los estudiantes que se apuntaron para la mañana en la meca se sintieron totalmente frustrados pro ver que habían sido engañados por mí, y sólo así entendieron que todos los rumores eran simples mentiras que había inventado para burlarme de ellos, aunque yo sabía que todo eso era falso. Yo no había inventado nada, ni había querido burlarme de ellos, aunque no niego que ahora disfrutaba de la noticia porque por fin ahora estaban metidos en los mismos zapatos que yo había tenido que ponerme y tuve que soportar en completa soledad. Algo que ellos no llegarían a conocer completamente.
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