ROCA
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Tu eres
la espada recortada
por la claridad húmeda
del viento.
La lengua crepuscular
te lava.
Ya no hay heridas.
Ya no hay nada.
Seré lo que tú Eres.
Eres de diamante dormido
de aliento de grava.
Mis pasos
tienen tu medida
y la lluvia dura,
la orilla de mis huesos
que sobresalen de la luz.
En tu cuerpo
el rocío se tiñe azul.
El eco del sol
que abrasa en un sólido rayo
a la sombra.
Seré lo que Eres.
Movimiento perpetuo,
corazón del fuego,
la palabra
estallando en la tempestad
del océano.
En tu cima
tiemblan los pecíolos
de mi amor,
tiembla el filo blanco
que traza
la espuma.
Si hay días
si hay relámpagos de nácar
y leche tibia
es en tu cima
gastada por mis dedos.
Seré lo que no Eres.
La suave azúcar.
La duna amarilla.
El hilo
que toca tu borde
de campana.
Aquella antigua
resonancia
de los ríos
que descienden
al mar
con el dolor
del alba.
TSUMANI
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Ahí vas.
Envuelta por una circunferencia
de explosiones eléctricas.
Con el magnetismo, con el aire,
entre los labios.
Como un titán gris cansado
apoyada en remolinos
y tornados.
Ahí vas.
Tú conoces mi dirección
en lo profundo
de los países.
Tú desgarraste
los troncos que mantenían
en pie mi muelle
donde las órbitas del universo
esclarecían
las olas oscuras
de los besos.
Ahí vas.
Con el gatillo aterrador
y transparente
que lo borra todo.
Atravesaste la frontera
de mi casa
y te quedaste a dormir
para siempre
entre mis lágrimas.
Ahí vas.
Con burbujas de plata
diseminada
en el techo, en las ventanas.
Humedeciendo las paredes
llenándolas
de musgo y de coral
golpe de súbito
con la levadura de la sal
y el sabor acre
de la espuma.
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